lunes, 17 de septiembre de 2012

El fundador del aikido "Entrenamiento diario "

   La vida diaria del fundador —quien dominó la dificultad para alcanzar “la técnica divina”— consistió en su mayor parte de un entrenamiento diario. Desde el momento en que se levantaba temprano, a las 5 de la mañana, hasta que se retiraba a descansar, a eso de las 9 de la noche, estaba en el dojo la mayor parte del día, tanto física como mentalmente.
   En el dojo a veces observaba con atención el entrenamiento de los estudiantes, o reunía a todos y les ofrecía una charla del camino aiki; en ocasiones él enseñaba personalmente a los principiantes. El fundador tenía estudiantes provenientes de todas partes del país. Más aún, debido a que se enorgullecía del número y variedad de sus conocidos provenientes de todos los niveles de la sociedad, se encontraba asediado por los visitantes desde muy temprano por la mañana, y pasaba mucho tiempo recibiéndolos. Además, no eran pocas las ocasiones en que, por invitación, viajaba para enseñar o dar una conferencia. Sin embargo, aún en dichas oportunidades, su mente estaba siempre en el dojo y parecía absorto en pensar acerca de algún nuevo método de entrenamiento. Era como si de esta forma se disciplinara a sí mismo bajo la creencia de que la pérdida de un día de entrenamiento era un paso hacia atrás.

   Al menos hasta donde yo observé personalmente desde mis más tempranos recuerdos como niño, con excepción de un corto período al final de su vida cuando fue forzado a permanecer en cama debido al cáncer, ésta era la forma en la cual el fundador pasaba su vida diaria. Más aún, queda claro, en los siguientes breves recuerdos del señor Hideo Takahashi, el hecho de que aún durante los últimos años de la vida del fundador su mente siempre estaba en el dojo y pensando en el gran camino del aiki. El señor Hideo Takahashi, quien desarrolló una cálida amistad con el fundador durante los últimos 10 años de su vida, es el discípulo líder del profesor Masahisa Goi, cabeza de Byakko Shinkokai. Takahashi gozó de la más profunda confianza del fundador. En noviembre de 1967, durante la celebración de la terminación del Dojo Central de
Aikido, el señor Takahashi entregó una gran placa conmemorativa escrita por la mano del profesor Goi y titulada: “Encarnación de un Kami”, elogiando al fundador. El fundador se levantó de su silla de enfermo y con mucho agradecimiento aceptó el regalo. El señor Takahashi describe lo que sucedió en ese momento de la siguiente manera:
    “O-Sensei se disculpó diciendo: ‘Tengo que apresurarme a ir al baño’, y se dirigió al sanitario al otro lado del dojo. “El maestro tardaba en regresar y cuando escuché su voz en el dojo miré por la ventana para verlo instruyendo con entusiasmo a algunos niños en técnicas sentado diciendo: ‘Así es como se hace’. El maestro que sólo un momento antes decía que no se sentía bien, era una persona totalmente diferente.” 
...................
“ ‘Ven a visitarme en otra ocasión, señor Takahashi. Hablaremos de algo nuevo. Puedes imprimir un pequeño artículo en la revista Hakko.’ ‘Sí, gracias. Te llamaré otra vez. Te voy a extrañar, maestro.’ El maestro me escuchaba con una sonrisa. ‘Aún ahora estoy entrenando’, comentaba. Pensando en que la gente dice que todo en la vida es constante disciplina, le pregunté al maestro acerca del entrenamiento en aikido. ‘El entrenamiento en aikido es lo que más disfruto y es también muy fácil. El que me pidan que coma y luego ingiera mi alimento es más difícil para mí. No deseo comer ahora.’ Mientras decía estas palabras yo estaba profundamente impresionado. No tenía nada que responder a esto. Sentía que las lágrimas ya asomaban por mis ojos.”
(De las Memorias del maestro Morihei Ueshiba)
    El entrenamiento del fundador no se limitaba solo al dojo. Era en su vida diaria y, especialmente, en su actitud —que podría describirse como la purificación de la mente y del cuerpo, tanto antes como después de entrar al dojo—, en donde yace su verdadero significado. Y este hecho debe ser apreciado con profundidad. Esto es, antes de la práctica se sentaba frente al altar y, después de prepararse a sí mismo psicológicamente calmándose y controlándose, y viendo que su espíritu refrescado brotaba como una fuente, daba comienzo. En forma similar, al finalizar la práctica se sentaba con la espalda recta frente al altar, asentando y controlando su mente, una vez más absorto en sostener su ki. En el mero acto de entrenar su espíritu interior, el auto-disciplinado y devoto fundador desplegaba su carácter como ser humano.

Kisshomaru Ueshiba
Aiki News Num. 31 (1978)

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