Son muchas las personas que ya conocen el Aikido,
un arte marcial no violento de origen japonés que permite la
autodefensa sin proporcionar daños serios al atacante. No obstante, son
pocos los que saben que el fundador de Aikido, Morihei Ueshiba concibió el Aikido como un medio de transformación personal y, por consecuencia, una manera de mejorar el mundo.
Es muy interesante ver un mecanismo que hace que un arte marcial promueva la Paz. Es común escuchar decir a la gente que el Aikido es el Zen en movimiento. Pero sin practicar Aikido es difícil comprender qué significa en realidad esta afirmación. Usualmente el Aikido
se practica a través de movimientos en pareja, en la que una de las
personas es designada como el atacante (o la persona que inicia la
interacción) y la otra como defensor (o la persona que intenta armonizar
con la energía del atacante, redireccionarla y resolver el conflicto
poniendo al atacante en una posición desde la cual ya no puede seguir
atacando). Aún así, lo anterior no se inscribe dentro de un marco de
competencia. Más bien, la práctica de Aikido
es completamente cooperativa. Cada uno de los practicantes intenta
actuar a partir de un compromiso total con su papel, de manera de
facilitar la práctica conjunta.
Éste es el aspecto meditativo de la práctica de Aikido.
Nada puede ser forzado o la interacción se quiebra y se convierte en
algo mecánico. La verdadera no-resistencia requiere 'dejar ir' muchas de
las inseguridades creadas por el propio ego y que son causantes de
muchos conflictos. En la meditación Zen uno no logra la paz mental
reprimiendo los pensamientos externos, sino toma conciencia de éstos sin
'engancharse'. De la misma manera, en el Aikido
uno no se 'engancha' con la fuerza de un ataque sino, más bien usa
movimientos naturales que permiten soltar esa fuerza y lograr un nuevo
balance en el que el conflicto intrínseco se resuelve. En palabras de un
maestro de meditación "No puedes parar las olas, pero puedes aprender a
surfear".
Los movimientos de Aikido
reflejan los movimientos y energías esenciales de la naturaleza. Y es
en este punto donde encontramos otro aspecto de la práctica de Aikido
que propicia la transformación personal. La psicología Jungiana dice
que no somos una sola y unificada persona, sino una serie de
personalidades o egos, siendo algunos de éstos conscientes y otros
inconscientes o repudiados. Mejorar la salud mental implica un proceso
de integración de estos aspectos, muchas veces en conflicto, en 'una
sola persona' consciente de los diferentes lados de su propia
naturaleza.
Nuestros egos repudiados habitualmente conllevan nuestros aspectos
socialmente inaceptables o que no encaja con nuestro yo primario, que es
lo que mostramos hacía el mundo externo. Es por eso que muchas veces se
les refiere como nuestro 'lado oscuro'. En gran medida una terapia
consiste en tomar conciencia de este lado nuestro y reconocer que la
energía allá contenida es también parte de nosotros mismos.
Las técnicas deAikido
son diseñadas para ser ejecutadas sin causar daño en el otro, al margen
del hecho que las energías que uno canaliza son tanto benevolentes -
por ejemplo un chorro de agua o una brisa refrescante - como
potencialmente destructivas - como un maremoto, un huracán o un tornado.
Ambas son naturales, pero bien podríamos decir que representan los
lados claro y oscuro de la Naturaleza. Así, en el contexto de la
práctica de Aikido
uno puede expresar su lado oscuro e integrarlo con el lado claro de una
manera segura, pero que no implica reprimir o repudiar la energía del
lado oscuro.
Una persona que le tiene miedo a su propia ira reprimida y relegada a
nivel subconsciente, puede soltar esta energía repudiada por mucho
tiempo sin peligro dado que la naturaleza de la práctica permite hacerlo
en una forma segura y en dosis controlables. Un alumno con infancia
caótica e impredecible puede haber desarrollado una personalidad
primaria controladora, intentando lograr cierto nivel de certeza, y por
ende seguridad, en su ambiente. La práctica de Aikido
no sólo contribuirá a que esta persona supere su necesidad de 'control'
sino incluso le enseñará que la verdadera seguridad no está en tratar
de controlar lo incontrolable.
El Aikido
se trata de lograr un balance, tanto psicológico como físico, entre
nuestros diferentes lados. Nos pide darles vuelta a los bloqueos que nos
afectan en todos los ámbitos de nuestras vidas. El fundador del Aikido
anhelaba que suficientes personas descubrieran su arte porque de esta
manera las sociedades y el mundo también serían mejores. Tal como los
individuos, cada sociedad tiene su lado primario y repudiado. Mientras
más miembros de la sociedad tengan mayores niveles de conciencia,
inevitablemente comenzarán a incrementar la conciencia colectiva y
permitirá trabajar en ella.
Fundación Asciende
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